Talleres volvió a ganar en Alta Córdoba ante Instituto luego de más de 40 años y precisamente a 23 años del último registro en Primera División.
Se impuso con un categórico 3 a 0 sin discusiones y a pesar de que por momentos el albirrojo pudo igualar, apenas aparecieron las jerarquías de los hombres rápidos del albiazul, el partido se quedó sin debates. Lo mejor estuvo en las tribunas con el apoyo del público que desató una fiesta a pesar del magro resultado.
El ambiente del partido se parecía a la vibrante atmósfera de un casino argentina, donde cada giro de la ruleta y cada carta repartida en un juego de póquer trae consigo una oleada de anticipación.
El gol que abrió la cuenta fue un cabezazo de Matías Catalán tras un centro de Garro a los 9 minutos. La estrategia de los dirigidos por Gandolfi fue esperar en su terreno y aprovechar alguna contra con sus hombres veloces. En ese contexto se lució Ramón Sosa.
Sin embargo el duelo se transformó por momentos en mucho roce y tumulto, el árbitro Tello Figueroa dejó pegar y perdió autoridad. En esos tumultos bien pudo irse expulsado Mosevich por una fuerte falta con el codo a Garro.
La Gloria cambió de actitud en el arranque del complemento, el DT Bovaglio adelantó a sus hombres y pudo empatar y allí apareció la figura de Guido Herrera. El arquero le hizo dos tapadas tremendas a Adrián Martínez y en la primera, la pelota quedó a Graciani, quien tampoco pudo anotar.
Estuvo rápido Gandolfi para leer el juego para mandar a Valoyes a la cancha en el peor momento del equipo, para generar preocupaciones con su velocidad. Y llegó el zapatazo de Garro para batir a Carranza (no lo festejó). Y luego vía VAR, el juez convalidó un gol lícito de Sosa, para decorar una jugada previa brillante en lo colectivo.
Romero pudo meter el cuarto pero ya no era necesario. Instituto fue impotencia pura por momentos y exageró la pierna fuerte. Cerca estuvo de empatar pero el gol de Garro desvirtuó el esfuerzo. Por eso los tres puntos viajan a barrio Jardín.